Las esperadas vacaciones de verano han volado… pero nos queda el rico sabor del disfrute, del tiempo compartido, de la desconexión, el relax, las risas, las charlas, las prisas, la calma, las ganas, el deseo, la novedad, el reencuentro y todo lo demás…
Ahora toca recomponerse y volver a la rutina, que no solo es el trabajo, si no lo son también los horarios, los atascos, la casa, el barrio, el cole, la gente “de siempre”, el supermercado, las citas con el dentista, la I.T.V. los análisis de sangre pendientes, etc…
Y el verdadero reto es hacerlo sin que todo esto nos suponga un foco de estrés, ansiedad, tristeza, irritabilidad, insomnio, incluso depresión, que provienen de la melancolía vacacional, de las emociones -casi siempre desagradables y pesadas- que nos suscita el periodo postvacacional y la vuelta a nuestro “entorno habitual”.
Pero, hay que darse cuenta de una cosa, porque si lo pensamos bien: reincorporar a nuestra cotidianidad lo vivido durante las vacaciones hará esta normalidad un poco más completa.
→ Podemos volver con la pesadumbre de lo que perdemos. Y con las pocas ganas, la añoranza y la pereza que nos da todo. Colmados de desánimo y de rechazo a lo ya conocido. Sabiendo que esto nos empuja, casi necesariamente, a pasarlo mal y a que nuestros días se vuelvan eternos y aburridísimos.
→ O podemos volver con un poquito de todo eso, porque a veces es inevitable, pero utilizando la carga de energía para impregnar nuestro retorno de esperanza, de ganas, de sonrisas, de incluso un poquito de bronceado, aire puro, carretera, sal y cloro. Cada cual con lo suyo.
Como reconozco que no es fácil, y que realmente es un proceso que cuesta bastante, aquí recojo algunas cosas que podemos hacer y que pueden ayudarnos a resituarnos en nuestro mundo de forma un poco más agradable.
Ya sabéis, si no podemos cambiar nuestro entorno, modifiquemos aquello en lo que sí que podemos influir, ¡lo que depende de nosotros mismos!:
· Ser agradecidos. Yo creo que antes de nada debemos agradecer/nos estos días libres, valorarlos y validar la experiencia vivida, ya que hay muchas personas que no pueden disfrutar de algo así, por miles de razones, y tenemos que ser agradecidos porque nosotros hemos tenido esos días “nuestros”.
Además, podemos aprovechar para analizar cómo ha sido el resto del año, lo que necesitábamos esas vacaciones, lo merecidas que son, lo que nos aportan, lo que más nos ha gustado y lo que menos, y lo que se puede mejorar para otras veces. Hacer esto en soledad y/o en compañía es un gran ejercicio de análisis y razonamiento.
· Ser flexibles. Tenemos que darnos tiempos y espacios para adaptarnos, e intentar, siempre que sea posible, no llenarnos la agenda a tope desde el primer día de vuelta. Priorizar y tomar contacto poco a poco con las obligaciones. Cambiar los horarios poco a poco, de forma suave, para que el cuerpo se habitúe de nuevo a otra rutina.
Es necesario respetar esa calma que traemos del descanso estival... Debemos buscar momentos nuestros para disfrutarlos siempre que podamos, y esto nos evitará el agobio de no llegar a todo desde un principio.
Con respecto al trabajo, por ejemplo, sería bueno intentar regresar unos días antes de comenzar a trabajar para darnos tiempo a “digerir” la reincorporación laboral. Así como, si se tiene la posibilidad, intentar reservar algunos días libres para cogerlos en otras épocas del año y repartir así los descansos, lo que nos asegura otros momentos de desconexión a parte del verano, haciendo así que el calendario laboral se haga menos intenso.
· Actitud amable, paciente y positiva. Debemos ser amables con nosotros mismos, pacientes y tratarnos bien. Y por supuesto, también a los demás. Nos puede ayudar el prestar más atención a las cosas agradables que tenemos durante el día, la semana y el mes, que a las negativas o poco apetecibles.
Centrarnos en disfrutar de las pequeñas cosas y en nuestros espacios permitidos, en vez de enrollarnos en las quejas y en lo mucho que tenemos que hacer.
· Cuidar la alimentación, el movimiento y el descanso. Comer de forma sana y saludable siempre ayuda, y tener espacio para la actividad física y el reposo también. Nos puede ayudar incluir en nuestra dieta alimentos que nos den color, energía y vitalidad, como las verduras, frutas y legumbres. Y debemos hidratarnos, beber agua de forma frecuente. Dar paseos, salir en bici, nadar o volver al gimnasio pueden ser actividades que podemos realizar que nos harán la vuelta más agradable. Además de respetar los descansos durante el día y el sueño por las noches.
· Mantener planes de ocio. Amigos, familia, divertimento, desconexión… Presentes!!! Disponer de un espacio de esparcimiento, relax y rodeados de nuestra gente nos ayuda en gran medida a mantener nuestra salud mental, ya que nos aporta múltiples beneficios a nivel emocional, cognitivo, físico y psicológico. Además, nos alejan de caer en la temida rutina insulsa y del aburrimiento.
· Metas y retos bien definidos y que nos motiven. Cuando volvemos recargados de las vacaciones suele ser un momento óptimo para planificar y/o re-plantear nuevos objetivos.
Podemos intentar ver nuestras preocupaciones como retos a conseguir, para ir trazando un camino de avance que nos mantenga activos y eficaces, y canalizar toda nuestra energía en conseguir lo que nos propongamos. Además, nos hace responsables de nuestras propias acciones y logros.
· Planificación. Un buen método para organizarse y mantener los propósitos es planificar las tareas. Intercalar las actividades que menos nos motivan con las que más, priorizar su importancia, agendarlas y/o establecerse tiempos e intentar cumplirlos pueden ser formas interesantes de planificar el retorno a la cotidianidad.
· Proponerse un poco de orden y minimalismo. Deshacernos de cosas que no utilizamos, y quedarnos solo con aquello que nos hace feliz o que necesitamos. Regalar, cambiar, vender. El caso es aprovechar a hacer una limpieza de nuestro entorno, que nos aclara y nos libera la mente.
Reorganizar y/o redecorar nuestros espacios también es una buena forma de dar aire fresco a nuestra vuelta.
· Hacer una lista (al menos mental) de lugares deseados, próximos viajes y/o sitios idílicos que nos gustaría visitar. Y ya dejando la imaginación volar, regodearse detallando con quién ir, cuándo, cómo….
Si es posible, planear alguna escapadita próxima o cortita nos mantendrá la ilusión y no nos fijaremos tanto en lo que nos queda hasta que llegue el próximo verano.
Es bueno mentalizarnos y conocer que este malestar es natural y pasajero, ¡que no nos va a durar para siempre!.
Lo que cuesta es empezar de nuevo, pero todo es proponérselo y respetarse. Veremos como poco a poco volveremos a estar inmersos de nuevo, y sin tanto sacrificio percibido, en nuestro día a día habitual.
Ana Sainz-Pardo
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