Hace tiempo que sigo a María Fornet, compañera Psicóloga y escritora feminista, que, a mi modo de ver, se explica muy bien.
Escuchaba hoy de nuevo uno de sus primeros Podcast de “The Gender Psychologist”, el nº4, y he querido escribir sobre él para interiorizarlo, como hago siempre, y porque me había encantado.
Habla sobre un tema que me parece importantísimo para cualquier persona, la identidad, nuestra construcción del yo, pero especialmente sensible y trascendental en el caso de las mujeres. Nosotras estamos influenciadas por el sistema patriarcal en todo este proceso. Hasta la médula.
Además, María da una visión desde la Psicología Narrativa, perspectiva preciosa en la que me estoy embarcando desde hace un tiempo.
Con todo esto, ella explica cómo el autoconocimiento, tan en auge en los últimos tiempos, puede tener sus peligros. ¡Interesantísimo!
Qué importante es conocer todo esto. Y qué esencial me parece poner una mirada de género en la terapia psicológica, para ser justos.
IDENTIDAD
La identidad es un constructo social, es decir, está influida por el sistema que nos rodea y por las interacciones con otros.
María propone el ejercicio de ver nuestro cerebro, que es individual y único, como si fuese una huella personal. Cada surco, cada hendidura, o rincón del mismo corresponderían a momentos relevantes de nuestra vida. Ese primer beso. Ese momento de gran ansiedad. Ese susto. Ese duelo. Etc. Todo ello va quedando grabado. Nada se borra.
Lo que nos va ocurriendo en cada momento va modelado nuestra huella identitaria, forma parte de lo que somos. Cada interacción que tenemos, nos vuelve más únicas. Cada cosa que nos pasa, se vuelve más peculiar y más específica de nosotras mismas.
Todo esto supone que nuestra identidad está en movimiento. Porque es un concepto orgánico. No es estático.
AUTOCONOCIMIENTO
Este concepto cambiante es algo en contraposición a la idea, que en ocasiones “se vende”, del autoconocimiento, que parece dirigirse a una búsqueda de la identidad personal como un ente que tenemos ahí, escondido, por descubrir. Que es fijo en nosotros, y que, por tanto, no está tan influido por el cambio constante.
Es decir, este autodescubrimiento/autoconocimiento de nosotras nos puede decir que somos unas cosas, y también que no somos otras cosas. Por tanto, reduce en gran medida nuestras posibilidades, nos encajona, nos encasilla.
De ahí su “peligrosidad”, el etiquetarnos como algo estable y definitivo sin asumir que somos cambiantes. Es sesgado. Es injusto. Y puede llegar a ser desmotivante, prejuicioso y demoledor.
LAS NARRATIVAS. NUESTRAS HISTORIAS.
Y es que las narrativas que utilizamos para describirnos (y descubrirnos) en ese proceso de autoconocimiento, pueden acabar convirtiéndose en una tendencia sólida que nos encajone, o en una justificación que nos exima de responsabilidades.
Las narrativas son historias integradas en nosotras mismas desde el sistema en el que nos desenvolvemos.
Todas las historias de nuestra vida (familiares, que leemos, que vemos, que nos cuentan, etc..) influyen en la idea que conforma nuestra realidad sobre nosotras mismas. En relación a la identidad, nos decimos quien podemos, y quien no podemos ser.
MIRADA DE GÉNERO
Poder conocer el universo de posibilidades personales (quién crees que puedes llegar a ser) parte de conocer primero quién crees que eres (ahora). Y María nos aclara cómo se ve esto desde una perspectiva de género, es decir, cómo una mujer construye su identidad en un sistema patriarcal.
Habla de la socialización de género: que es la manera diferencial en la que los hombres y las mujeres hemos sido educados. Y recuerda cómo nos influye a través de la imposición de expectativas (qué se espera de nosotras siendo mujeres), o de las prescripciones de conducta (que tienes/puedes hacer y qué no tienes/puedes que hacer).
Por tanto, no tomamos decisiones en verdadera libertad. El componente cultural de una decisión individual es indudable, recuerda sabiamente María.
Y el hilo conductor de todo esto se podría desglosar así:
1. Las decisiones no las tomamos en libertad, si no bajo la imposición de la cultura y el entorno.
2. Nuestras decisiones van marcando lo que hacemos.
3. Lo que haces y repites continuamente va marcando lo que eres.
4. Y de lo que eres, va a surgir lo que puedes ser...
Tachán!!
Se dice que quien no tiene poder, tiene miedo.
En un sistema patriarcal, la mujer no tiene poder.
El miedo no es buen aliado de la posibilidad, de la libertad.
Y sin posibilidad, no hay libertad.
Todo esto es asumido por la población y se convierte en el orden natural de las cosas, en nuestro rango de posibilidades, en otra narrativa más de las que nos contamos.
Es además congruente con el resto de historias que nos rodean.
Todo encaja...
Maria termina invitándonos a revisar nuestras propias narrativas, nuestras etiquetas. Porque lo importante no es que sean verdades o mentiras, o que sean buenas o malas. Lo importante es que sean útiles. Así que vamos a quedarnos con las que nos sirvan y vamos a desechar las que nos hacen daño, porque, al fin y al cabo, como dice ella, “no somos más que historias”.
Ana Sainz-Pardo.
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Foto: freepik
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